Cuando pienso en que siempre quise escribir algo sobre la soltería, mujeres cerca a los 30, las parejas y todos estos temas tan densos e interesates, no puedo evitar suspirar por no haberlo echo, ahora ya pasé los treinta además de no considerarme más soltera. Miquerida amiga Andrea, conocida también como Giovanna, se interesó mucho y me insistió en su momento de escribirlo, por otra parte, con mi gran amiga Lina, en muchos de nuestros interesantes y agradables encuentros donde al compás de buena música y buenas copas siempre terminamos discerniendo sobre el tema «over and over again». Siempre primaron dos puntos específicos: quienes son solteras por iniciativa y quienes lo son por derivación, y consecuente a esto se presenta el mito de la edad, que se especula, en las mujeres ejerce cierta presión al llegar al «tercer piso». Para no introducirme en una palabrería filosófica me limito a decir que siempre me consideré una soltera por iniciativa.

¿Cómo me definía parte de este grupo? Pues simple, disfruto estar sola, por años a pesar de estar envuelta en buenas, malas y peores relaciones sentimentales nunca me empuje a quedarme en una ni busqué empezar otra, considero que, por herencia, cultura o crianza (no sé), siempre tuve la fuerza o voluntad (tampoco sé) de mantenerme al margen del influyente y tentador sentimiento de emparejarse, que en ciertos casos palpa un punto de dependencia que evito. Escogí por muchos años disfrutarme a mi misma, a mis caprichos, a mis gustos, pero claro, como todos tendemos livianamente a depender de algo o alguien  pues en mi caso seria: «los amigos», me bastó ser amiga, (algo en lo que me considero buena) pero como en toda filiación tuve mis pequeñas decepciones, mayormente siempre fueron alegrías. Con el tiempo comprendí muchas de las ventajas de estar sola: conocerme, saber «a palo seco» quién soy y, en mejor perspectiva, qué quiero en la vida. No asiento con esto que los que tienen sus vidas compartidas obvien o desentiendan esto,  sólo creo que se diferencia un poco porque al estar sola, y a manera egoísta, es más asequible no sólo conocer y saber sino también «hacer».

En cuanto al tema de la edad, hace un año y medio llegué a los 29 y PUM… nada pasó, me creí aún de 24 con la única diferencia que no me impacientó en lo absoluto si era o no soltera, pero sí para donde iba o no, lo que quería hacer y lo que no, lo cual resulta más complicado que encontrar principes azules. Me cuestiono de vez en cuando si las personas se emparejan o se aferran a alguien por el simple echo de evadir esta dificil labor. No lo sé con certeza pero para muchos resulta más sencillo vivir por y para otro que descubrirse y vivir para y por si mismo.

También a mis 29 años le precedió aquel fenómeno típico de la época: «los amigos se casan».

Hablo en especial de aquel hermoso y fraternal grupo de amigos que construí en mis primeros años en Toronto, algunos ya existían desde Bogota. Partí a Colombia en el 2004, por casi dos años, la mayoría de amistades aquí los encontre ya comprometidos y el resto habían marchado, cabe aclarar que dos de mis grandes amigas que hoy residen en diferentes paises de Europa tambien se casaron, Olga Y Sandra «la flaca», la primera ha sido a la unica boda de todos mis amigos a la que tuve la suerte de poder asistir y a la cual le debo en principio haber conocido a Dani.

Continúo: regrese a Canadá en enero del 2006  y cual si no partiese del destino de cada uno sino de un simple apogeo, los encontré comprometidos y obvio que me alegré por todos y cada uno de ellos, pero en mi cabeza de mujer meticulosa y eterna soltera sólo pude cavilar si esto tenia algo que ver con el hecho que todos habían cumplido con el ciclo de tener 20 años. Si aquel mito de los 30 como edad límite de toma de decisiones, necesidad de establecerse, estabilizarse se había cundido, si había surgido una recesión económica y lo conveniente era juntarse y compartir gastos o si simplemente era una epidemia de amor y por casualidad le había llegado su «media naranja» a todos simultáneamente Me sorprendió, pero ahora los veo y me alegro por todos, tienen a su lado personas maravillosas, luchadoras, que los aman, y espero también valoren, pues han apuntado a sus vidas un tesoro. Y yo, felizmente la soltera del grupo, así continuaría por un par de años…

Ahora, por otro lado tambien acojo el pensamiento de muchos: ¡Mentirá!… ¿Qué mujer, («Hispana» en especial) no sueña con el príncipe azul, el vestido blanco, anillito (se agradece si es de diamante) y felicidad hasta el nunca jamás? Pues aquí va: YO. Confieso siempre anhele que sí algún día alguien se asomara en mi vida para acompañarme y para vivir felices y comiendo perdices pues que fuese alguien que me quisiera, básicamente tal como soy, con lo bueno y lo malo, sin pretensiones ni expectaciones! Bueno, aparte y circunstancialmente creé una pequeña lista de deseos y «ojalas» que intuyo todos siempre tenemos en mente fruto de nuestras personalidades, gustos, sueños, ambiciones, metas etc.

Hoy me encontré a las 7:30 a.m. en la estación central de Montréal despidiendo a quien, si es cuestión de escoger, seréa la persona que siempre anhelé. Me jacto hoy decir que no extraño la soltería y que aunque no me predije como alguien romántico ni fan de la vida en pareja creo que es tan sencillo y típico como el refrán  de «es cuestión de encontrar la persona indicada» (para uno y para nadie más). Aunque no me desligo del pesimismo heredado, ni de lo realista y hostil de mi personalidad, pienso que esto no lo es todo, ni mucho menos garantía de nada, es sólo una iniciación y lo mas fácil del cuento; ahora viene lo complicado: !mantenerlo!  Y al igual que ser padres, esto tampoco incluye manual de instrucciones, es simple tolerancia, comunicación y lo básico y más determinante: amor. Como dijo una psicóloga en una entrevista de un canal colombiano: «Si la convivencia es difícil con amor, como será sin él?»

Se asombra uno de la capacidad que tenemos los seres humanos de acostumbrarnos a alguien, parece irreal que toda una vida de soltería se desvanezca en meses dando paso a un fenómeno de avenencia donde sin aviso ni premeditación el pensamiento se aleja de uno para volverse dos y lo mejor de todo: sin excluir sueños, metas, proyectos, espacios, ni el inmenso amor que tengo por mi ser… Aprecio mi espacio y aún más valoro el nuestro.

Gracias Dani, te adoro y extraño, espero verte pronto aquí, allí o donde llega la vista y mas allá!

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