«Tomo este titulo de una gran charla presentada por el embajador del Sáhara Occidental en misión, Mujtar Leboihi, el viernes pasado, motivo por el cual me fue asignada un tarea: escribir un ensayo, que he decidido publicar tambien como post».
En el contexto actual de África, son los países del norte, el Magreb, término por el que muchos distinguen la región árabe del norte, quienes hoy protagonizan el contenido internacional. Los acontecimientos vividos en los últimos meses en la región, que aunque significan un cambio que esperamos sea favorable para sus ciudadanos, les ha costado la vida a muchos y el riesgo de perderla a otros tantos en nombre de la libertad y de la democracia. Sin embargo, existe en medio del gozo-caos una pequeña región que también padece lo que muchos ya han olvidado momentáneamente: ser colonia, y peor aún, ser colonia de nadie. El Sahara Occidental es una nación maltratada en un territorio olvidado.
Son principalmente cuatro los países que, paralelamente al infortunio del Sahara Occidental, hoy participan en una serie de revueltas que ya, en Túnez y Egipto han conseguido el derrocamiento, en cada uno, de dictaduras de 27 y 30 años respectivamente. Son Argelia y Libia los dos estados restantes que aunque están intentando unirse a la revuelta, aún no se atisban sino víctimas a consecuencia de las manifestaciones.
Aunque el conflicto contiene aspectos comunes en todos los Estados es evidente que en cada nación se desarrolla de modo distinto. Mientras tanto en el extremo noroccidental, el pueblo Saharaui, un territorio no autónomo que está bajo la supervisión del “Comité de Descolonización de la Naciones Unidas con el fin de eliminar el colonialismo”, sufre las injusticias de ser una nación no reconocida e insignificante para su ex colonizador, para su agresor y para las Naciones Unidas.
Desempleo, corrupción, discriminación religiosa y presidentes vitalicios son algunas de las cosas que comparten los cuatro países del Magreb. Son entonces estos los motivos por los que inicialmente los ciudadanos de Túnez deciden sublevarse y salir a protestar; es gente joven cuyos derechos están siendo vulnerados, jóvenes que nacieron bajo un régimen autoritario pero que no se conforman con ello, quieren más, necesitan algo mejor. Cual efecto dominó, al término de la tiranía de Ben Alí se inician las revueltas en Egipto que provocan a la dimisión de Mubarak; los argelinos están ya en las calles siguiendo la moción y sufriendo el desafiante maltrato de la policía, y en un escenario más complejo Libia se acopla finalmente para protestarle a Gadafi, quien tras sus 41 años en el poder, considera legítimo reprimir las revueltas con morteros y ametralladoras.
Es viable que en el mundo de las comunicaciones estemos siendo testigos de las bondades de éstas y que lo que sucedió en el norte de África sea el despertar de la juventud hacía la justicia social. La introducción de nuevos actores, como las redes sociales, proporcionan la capacidad de conectarnos no sólo para demandar un cambio sino lograrlo. Tal vez la sociedad árabe entendió finalmente una de las premisas de la democracia: que el poder reside en el pueblo, que quien está arriba sólo se mantiene si a los ciudadanos se les antoja y que si no hay bienestar, ni en la democracia ni el la dictadura, habrá presidente o tirano que subsista en el poder.
Hemos luchado durante décadas para generar cambios y es más que justo que éstos aparezcan también en aquellas regiones a las que la comunidad internacional ha decidido obviar y a donde las redes sociales al igual que el agua potable no han llegado. Tal vez es como afirma el mismo Embajador del Sahara Occidental, por el simple hecho de no existir en el territorio ningún recurso que motive al mundo a solucionar este conflicto o por no hacer parte de la élite desarrollada, no merece la pena ayudar a una colectividad de seres humanos, de niños y de mujeres en un escenario longevo y precario.
Durante casi 20 años, desde 1991 cuando estalló la guerra que duró 16 años, y hasta el día de hoy no se ha conseguido ninguna enmienda justa para los saharauis, que al igual que el resto del mundo, son merecedores de un estado libre en donde sus habitantes puedan desarrollarse como nación, establecer sus costumbres, su religión y sus creencias, aquellas que, tal vez, quedaron de los españoles, quienes sin más ni más abandonaron a la colonia a su suerte en la década de los 70. A partir de ese momento el Sáhara Occidental ha sido protagonista de un deterioro en la situación de los derechos humanos, especialmente aquellos relacionados con “la libertad de expresión, asociación, manifestación y comunicación”; aquellos derechos fundamentales con los que el pueblo tunecino y egipcio contó para ganar su camino hacía la democratización.
Es una total contrariedad que la doble moral de occidente sostenga a pueblos enteros en condiciones inhumanas simplemente porque existen o no intereses de por medio y porque la libertad e igualdad que se profesa en estos países desarrollados se acaba donde termina Europa y empieza África.
Ojalá los saharauis tuviesen acceso a sus derechos básicos y a las redes sociales (al mundo) para reconciliarlos como ciudadanos del mundo, con capacidad de lucha contra la injusticia y la tiranía. Ojalá los que los que tenemos acceso a todo esto lo aprovecháramos verdaderamente para exigir lo que nos corresponde, ojalá la juventud, no solo árabe, sino la del mundo entero, se levantara contra la tiranía “disfrazada” en la que vivimos, ojalá nos animemos a dejar la mediocridad y el conformismo en casa y saliéramos a las calles a demandar un cambio, el cambio que tanto necesitamos.








Bueno, para los que ya crecimos llega el momento de tomar decisiones; difícil ¿eh?. Tomar la iniciativa para hacer algo o convocarme a dirigir cosas me parece complicado aunque no imposible, de hecho no se me da nada mal. El sábado precisamente le decía a una compañera de trabajo que acaba de cumplir 21 años y quien apresuradamente estresa su futuro cavilando, ¿qué va hacer? y ¿cómo es la mejor manera de afrontar la vida? Yo en medio de mis nuevos planes e inconclusos pensamientos, escuetamente abro mi boca y dijo:


En esta época del año es típico hablar del clima por estos lados, Montréal varía entre los 10 a 20 grados bajo cero, claramente a esta temperatura quedan pocas actividades y opciones de entretenimiento en la ciudad, añadiendo, para aquellos que no les molesta el frío o no es un impedimento para salir, que las aceras están cubiertas de nieve, que además, por ciertas variaciones en las temperaturas, se ha venido trasformando en una capa densa de hielo en la que, a menos que se usen patines o zapatos especiales para escalar, es incomodo y peligroso caminar. Entiendo si el párrafo anterior deja un tono depresivo o de inconformidad, ¡para nada! Simplemente no existen “adornos” para describirlo, pero no está mal, siempre hay que buscar actividades o lugares para visitar que no estén muy lejos de una 





