♪ Es la historia de un desamor, como no hay otro igual ♪

Luego de casi dos años de haber regresado a Colombia, con el único fin y propósito de terminar mis estudios de Relaciones Internacionales que dejé a medias el verano de 1999, me decido a escribir un poco más sobre mi experiencia aquí, lo haré de manera consecutiva en varios post, pues hay mucho que contar y sobretodo bastantes cosas que numerar, no sólo tratare lo vivido, sino que además ahondare en lo visto, escuchado y percibido.

Mil y una cosa pasaron por mi cabeza (pues son un colage de imágenes e ideas) antes de sentarme a escribir algo que no fuese muy fuerte, pero que obviamente no endulzara demasiado la realidad. Hay una cosa en particular que viene a mi mente de manera recurrente cuando me siento a escribir sobre Colombia: el eterno clamor de aquellos colombianos nostálgicos,  quienes mediante redes sociales, verbalmente, al entonar el himno nacional, o al ver la bandera tricolor, se aferran a la idea de volver y de añorar eternamente una tierra que en su imaginario de juventud, infancia o de un amor ciego es el paraíso terrenal, tierra de dioses, o en términos más coloquiales, el mejor vividero del mundo. Yo fui por mucho tiempo una nostálgica de este país, pero aclaro que a pesar de que alguna vez estuve en el mismo lugar emocional, hoy ese lugar no existe, se esfumo! Eso pasa en la vida real, muchas de las cosas que mantenemos en el imaginario, que son recuerdos y a las cuales nos aferramos por quién sabe qué razón, desaparecen – puff – así de fácil.

Entonces, por aquí empiezo, eso si, sin cargos de consciencia por lo que voy a decir y sin reparo de lo que mis compatriotas puedan pensar decir o reprochar de mis opiniones, soy colombiana, estas son mis raíces, amo a mi familia, los bellos paisajes y la deliciosa gastronomía que, aunque monótona, no deja de satisfacer mi paladar; y pare de contar, estos son mis únicos apegos.

Llegue aquí en enero del 2010 lista para empezar una jornada de dos años como estudiante dela Universidad JorgeTadeo Lozano, que ha sido bastante satisfactoria en el sentido que la meta propuesta se cumplió, recibir un titulo universitario, y que logré además un promedio académico bastante honorable. El sistema educativo en Colombia no ha cambiado mucho, lo que cambia es cómo uno de adulto lo percibe a diferencia de cómo lo percibía cuando era más joven. Ahí esta la diferencia, bueno, y en que los profesionales son cada vez más jóvenes y preparados. La posibilidad de ver las cosas con mente critica y desde un punto de vista adulto hace del paso por la Universidad una experiencia definitivamente especial; ya no come uno cuento de nadie; puede prever como un profesor improvisa, o no, una clase; puede participar de manera activa en clase sin temores ni rezagos; es posible exhibir opiniones en público de manera versátil sin que tiemble la voz, ni que suden las manos; se puede refutar la información que se esta recibiendo si se acierta que ésta es errada, sin miedo y sin pelos en la lengua; se dicen las cosas como son, sin miedo y con respeto; se logra afirmar, sin temor a equivocarse, que se pueden mejorar muchas cosas, que quedan muchas cosas por corregir; que sí existe la mediocridad por parte de docentes, funcionarios y especialmente de estudiantes y que es vergonzoso los precios que hay que pagar por la educación en el sector privado.

12 millones de pesos promedio al año, lo cual deja la posibilidad y acceso a la educación superior bastante reducida. Es decir, algo que se plasma en nuestra constitución como derecho, resulta en un lujo de pocos. Y en parte tiene su lógica, en el mundo de hoy (en especial en países en vía de desarrollo) poco o nada le interesa a los gobernantes, en su gran mayoría corruptos, lidiar con sociedades educadas, esto generará siempre más controversia y oposición.Es en definitiva más cómodo lidiar con una sociedad sin educación y sin opinión, es definitivamente mejor y más rentable. En Colombia las limitaciones a nivel educativo, la mediocridad y conformismo de muchos es el paraíso de los gobernantes sin ética ni moral, es en general el paraíso de muchos elitistas.

Para no continuar con frases de cajón y con el fin de vivificar la redacción, me permito contar una anécdota interesante respecto al tema de corrupción, hace unos meses tuve que ir en busca de la sentencia de divorcio de mis padres, averigüe un poco y entonces me dirigí a los juzgados de familia que están ubicados en pleno centro de la ciudad, estando allí pregunte cómo funcionaba la expedición de una copia de una sentencia de divorcio, el funcionario, que fue bastante amable y eficiente en aquel momento, verificó que la sentencia existiera como tal y que estuviese radicada en ese juzgado. Luego de confirmar, me dice que hay que ir al centro de documentación a traer el archivo para hacerle una copia, eso tenia un costo estipulado. Sin embargo, afirma el funcionario que el mensajero «no va al centro de documentación sino cada 15 días». La diligencia era urgente, así que mientras mi mente dilapidaba pensamientos de qué hacer, el señor funcionario muy amable me ofreció un «combo»: darle a él dinero “para el servicio de taxi ida y vuelta hasta el barrio Fontibón», donde se encuentra el centro de documentación. Él iría personalmente al día siguiente en la mañana a traer el archivo (un sacrificio que él iba a hacer sólo por mí) todo por la módica suma de 20 mil pesos. Y así como si fuese un ejercicio mental y normal yo le di el dinero, atónita, esperando simplemente cumplir con mi cometido de enviar la sentencia lo más pronto posible a su destinatario, mi mamá. La única reflexión, a pesar y muy consiente de mi participación en el ilícito, fue atender la realidad: Colombia no va a cambiar, la corrupción de la rama judicial tienen que ser la peor en las tres ramas del poder estatal. Por detalles como este, somos catalogados, pertenecemos al coloquial y reconocido, tercer mundo.

Nuevamente escucho, “es que yo me quiero devolver, porque Colombia es una «berraquera» y  es el mejor vividero del mundo”. Y pienso, ¿con base en qué la gente habla de este país como el mejor vividero? ¿Qué es lo que realmente los motiva? Obviamente no es la realidad del país. Somos una sociedad visceral, que mucho siente y poco razona (piensa).

Al entrar a la Universidad con lo primero que me tope, lo que primero noto al llegar siempre a Bogotá, es la contaminación tan tenaz que se respira. Las personas se habitúan al olor, pero cuando uno sufre de asma y de alergias constantes es bien complicado acostumbrarse, es unas de mis peores pesadillas en esta ciudad. Asimismo, me encuentro con la contaminación auditiva, la poca logística vial que hay, o mejor, que no hay para los peatones.

Cuando llegué en enero, decidimos vivir cerca de la Universidad, así yo podía caminar diariamente a clase. Pero literalmente toca hacer malabares cuando uno camina más de 10 cuadras en las calles de Bogotá, por los espacios tomados por vendedores ambulantes (el empleo informal del país), los mendigos y ahora los desplazados, que están a lo largo y ancho de los andenes; y créanme que la molestia, más que por motivos de movilidad, es de corazón, ver tantas personas, seres humanos en condición de extrema vulnerabilidad en el piso de las calles de una ciudad enorme y fría, en un país injusto donde los ricos, que son menos del 20%, tienen más de lo que todos los pobres, que son más del 60%, podrían soñar: un techo, tres comidas al día, vestido, salud, luz o agua potable. Tal vez para alguien que no sea “socialmente consciente” poco o nada le afecte las injusticias y la enorme brecha social, la más alta de toda Latinoamérica. A mi personalmente me indigna. Mejor dicho, un caos caminar diariamente a la Universidad, fue un ejercicio de resistencia total durante todo un año, y no sólo por lo que menciono arriba. Una de las principales razones por las que no considero que nada aquí se acerque al paraíso, es porque caminar un promedio de 15 a 20 minutos ida y 15 a 20  regreso también significa un alto riesgo. Los altos niveles de inseguridad se han disparado en el último año en las principales ciudades del país, ¡es que matan por robarle un celular!

Entonces, el bolso pegadito al cuerpo, mirando constantemente a la izquierda, luego a la derecha y de vez en cuando hacia atrás, pendiente siempre de quién pasa, de quién se acerca o quién camina detrás de uno. La experiencia, y no la paranoia, hacen que uno tome ciertas precauciones y sin poder evitarlo se llene de «estupidos motivos» para tenerle miedo a todo. Cada semana escuchaba, de primera mano, todo tipo de modalidades de atraco por compañeros y compañeras de clase que fueron victimas de los ladrones. Caminar es uno de mis hobbies, en Bogotá es un karma, en cualquier momento, como quien no quiere la cosa, llega alguien (usualmente el atracador) y te acorrala con un arma blanca, o te abraza como si te conociera y con la otra mano te apuntan con pistola o cuchillo – navaja (depende del nivel de ingresos del truhán) o simplemente te agarran de gancho (del brazo) y sin muchas palabras sientes un cuchillo  en el estomago. Entonces, si caminar es peligroso ¿porqué no irse en bus? Pues porque es igual o peor, se montan dos con pistola, uno por la puerta de adelante y el otro por la de atrás y roban a todo el mundo, o simplemente se le sientan al lado, le apuntan con un arma, le roban todo lo que tenga y luego muy educadamente le piden que se baje en la próxima parada. Ahora, entonces toca tomar taxi, pues ni lo pienso, personalmente me confieso obsesiva con los taxistas, el “paseo millonario” o la dopada con escopolamina/burundanga me parece la peor modalidad de todas, así que en taxi no me monto sola nunca, ni llamado. Me declaro 100% paranoica en este punto, además, con mi pareja que es extranjero se me duplica el temor de que algo le pase,  pues casos de extranjeros victimas se ven a menudo. Y menos mal he conocido varias amigas que comparten mi temor ¡no soy yo la loca obsesiva!

Lo peor de toda esta historia es que las personas victimas de atraco o robo no denuncian y por ende la impunidad es alta. En estos casos hay dos factores que se ven, primero, un conformismo indignante que reina dentro de la sociedad colombiana y segundo, una tramitología ridícula por parte de la policia para poner una denuncia, muchas personas se retractan sólo al enterarse que hay que perder medio día laboral para tramitar una denuncia por robo.

Quedan al final pocas opciones ludicas para una pareja como nosotros en esta ciudad, es decir, salir o tal vez divertirse fuera de casa no es una posibilidad muy real. Tal vez uno es muy consciente de la inseguridad y aparentemente el resto del mundo no lo es. Y aquí los dejo, ésta es parte de mi experiencia y obviamente de mi visión, no será la mejor pero es la mía. En el siguiente post continuare con mi relato, contando muchas otras cosas que he vivido y que he visto.

Para todos aquellos nostálgicos, los dejo con los titulares de un día cualquiera, y los exhorto a que lean los diarios y que se tomen el tiempo de ver las noticias, es un buen ejercicio para todos aquellos con intención de retorno, no para que cambien de opinión sino para que no regresen desinformados.

http://www.elespectador.com/noticias/bogota/articulo-269522-asesinado-el-sacerdote-gustavo-garcia

http://www.eltiempo.com/colombia/bogota/asesinato-a-un-abogado-por-robarle-un-celular-en-el-norte-de-bogota_11955186-4

http://www.elespectador.com/noticias/bogota/articulo-260024-asesinan-una-mujer-frente-su-hijo-robarle-el-celular

 

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About Erica

Puedo decir que soy colombiana de nacimiento (alma y corazón) y canadiense de arraigo, y por ultimo Española también de corazón (mas que de alma). Nací el 21 de enero de 1978, en Bogotá, casi once años los he pasado en Canadá a donde aterricé en 1999 con 21 años y una maleta llena de ilusiones, expectativas y fines que se han transformado con los años. Estudié Relaciones Internacionales en Colombia, la cual hasta el día de hoy considero la mejor decisión que he tomado en la vida y para lo que realmente tengo vocación, hice casi mitad de carrera pues luego decidí viajar a Canadá a estudiar ingles (como muchos en aquella época) y nunca regresé. En 2010 volví a Bogotá para terminar mi carrera, pues creo que “nunca es tarde” para hacer lo que a uno le inspira. Viví en Toronto hasta el año 2011, y trabajé en mil y una cosa, pero durante años hice carrera en una empresa auditora en el área de documentación por lo cual me considero experta en este campo más que en cualquier otra cosa. En el 2006 volví a retomar los estudios y realice una carrera técnica asociada con leyes que se conoce en Norte América como “Paralegal”, trabaje un tiempo con un abogado especializado en migraciones. Viví también en Montreal, fui a aprender francés (tentative a été faite) y lo hice a manera de herramienta visionaria para consumar algunas metas fijadas. Fue una experiencia inolvidable ya que Montreal es una ciudad encantadora. Me mude a Getafe, Madrid, en 2011 con quien ahora es mi esposo, considero España mi lugar feliz. Hoy vivo en Ginebra, suiza, sobrevivo y cuento los días para volver a mi amada 🇪🇸
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