Libia, lo mejor de África en manos de un déspota

No podemos hablar de Gran Jamahiriya Árabe Libia Popular Socialista sólo por su extensión, por tener la más alta esperanza de vida en todo el continente, por tener recursos petroleros y de gas, por ser el país más rico de África o por ubicarse en el reconocido Magreb. Tenemos que hablar de Libia también por su controvertido líder Muamar el Gadafi, descendiente de los Qaddafa  (grupo de beduinos) quien tras un golpe militar en 1969 tomó el poder en Libia a sus escasos 27 años. Con una buena intención juvenil y bajo preceptos justos y anti-colonialistas, trascendió en el poder para convertirse en el déspota que ha hecho de Libia su banco personal. Tras 42 años como líder del pueblo libio y con un bagaje de enfrentamientos, atentados y agresiones, Gadafi es hoy el protagonista de uno de los conflictos más fuertes de los últimos tiempos.

Innumerables hipótesis se dieron tras el comienzo de las revueltas en el Magreb, una de ellas exponía la dificultad de que el efecto dominó llegara a Libia ya que aunque es parte de la región árabe no esta aparentemente en las mismas condiciones que el resto. Libia cuenta con una economía estable y fuerte, es un país prospero en donde sus habitantes no hospedan en apariencia el inconformismo de los egipcios o de los tunecinos. Sin embargo, es la realidad del Gran Jamahiriya Árabe adolecer casi las mismas dificultades de sus vecinos. Primero, la corrupción de la familia Gadafi es descomunal, segundo, a pesar de los esfuerzos del gobierno por maquillar la situación las tazas de desempleo alcanzan un 30% y tercero, carecen de total libertad de expresión y limitado acceso a la información; no todos son acobijados por las bondades económicas con que esta nación cuenta, hay mucha gente inconforme y esto refleja en lo que ocurre al interior del país hoy.

Entonces ¿qué hacer en un Estado donde las manifestaciones están prohibidas? La respuesta es clara, “intentar” salir a las calles a manifestar el descontento cueste lo que cueste y con la esperanza de lograr que el efecto dominó trascienda de igual forma que en resto del Magreb. Pasan los días, semanas y no hay efectos, solo victimas de la represión. Entonces ¿qué hacer cuando un líder que como excusa a 42 años en el poder legitima asesinar a los que protestan? La respuesta es menos clara, de pronto rogar para que la caída del líder llegue pronto. Por ahora, el inspirador joven socialista, transformado en opresor se niega a desertar.

Gadafi llegó al poder con visiones y posiciones propias que sujetaban siempre una inclinación socialista, anticolonial, antioccidental y a su vez promovía la justicia social, el panarabismo, la igualdad de género y la posibilidad de un nuevo sistema. Toda una ideología que se materializa con el régimen conocido como Jamahiriya (republica de las masas) el cual opera con base en su reconocido libro verde que cumple más o menos las funciones de una Constitución.

Muamar el Gadafi se ha caracterizado por sus extravagancias y por ser el patrocinador de  algunos de los conflictos no sólo en África (okassa en el Imperio Centroafricano, Idi Amin en Uganda, Mobutu en Zaire) sino en el mundo entero (FARC en Colombia, IRA en Irlanda y ETA en España). Se le atribuye además la participación en varios actos terroristas como el ocurrido contra la discoteca “La Belle” en Berlín y motivo por el cual EE UU decidió atacar las principales ciudades libias, Trípoli y Bengasi en 1986 bajo el gobierno de Ronald Reagan. Lo cual incrementó la violencia internacional por parte del gobierno libio al atentar contar el Boeing 747 de Pan America World Airways en 1988.

No es nuevo entonces para la comunidad internacional, ni de un mes atrás, conocer a cabalidad quién está a la cabeza del pueblo libio. No es justo fingir asombro después de tantos años y de tantas tragedias, no es ecuánime pretender que hasta ayer no sabíamos quién era Muamar el Gadafi o que desconocíamos sus alcances. Han pasado décadas para superar en cierta medida las tensiones entre occidente y Libia, o han sencillamente dejado pasar tiempo para distraer la atención de lo ocurrido, por la simple razón que guardan muchos: grandes intereses petroleros.

Gadafi al día de hoy sólo confirma al mundo que no ha dejado de ser el gobernante excéntrico y déspota que lo ha distinguido siempre. Aunque admito, anterior a estas líneas condenatorias, que al igual que al resto de mundo, no me consta lo que muestra al mundo los medios de comunicación, pues todo lo que se dice de África se dice siempre desde afuera porque no hay muchos dentro para contar los hechos reales. Es más, son muy pocos, pero se percibe mucha veracidad. Sin embargo, sí me consta que mantenerse en el poder 42 años es tarea exclusiva de un tirano, el tirano que hoy sobrepone su ego y peculiar manera de gobernar antes que el bienestar real y las exigencias de sus ciudadanos, quienes al parecer están siendo asesinados en nombre de la estabilidad y el orden. El orden que a él le parece y que le legitima como presunto asesino de su propio pueblo. El pueblo que sólo aboga por lo que le corresponde, que solo exige lo que necesita.

Con lo que acontece en Libia se transforma el escenario internacional que se reconoce cada vez más interdependiente. Las repercusiones del conflicto serán incluidas en la agenda y serán motivo de conmoción, pues no es cualquier actor el protagonista. Es una potencia petrolera que hace temblar al mundo no sólo por las ya aplicadas alzas en el crudo, sino por los efectos directos en los precios de la gasolina y de los alimentos que en momentos de crisis no le cae nada bien a EE UU y mucho menos a Europa. Ahora, además de las consecuencias económicas encontramos, más graves aún, las consecuencias humanas. Miles de refugiados están ya abarrotando las fronteras del país, miles de personas están con lo mínimo pues no pueden acceder a los alimentos y el éxodo de muertes es incierto, en todo caso estimándose en miles.

Ante estos acontecimientos se atisban propuestas rotundas, como la posibilidad de una intervención militar por parte de EE UU, la cual personalmente no me parece una iniciativa acertada, teniendo en cuenta los antecedentes y la nefasta experiencia en Irak y Afganistán. Aunque es necesaria y urgente una solución a la situación de Libia, otras propuestas que se adelantan son meras represalias (embargo económico y de armas) por parte de varios Estados y de las Naciones Unidas; asimismo, la Corte Penal Internacional anunció que actuará contra el dictador y su círculo cercano por sus crímenes contra la humanidad cometidos desde el pasado 15 de febrero cuando comenzó la represión de las protestas.

Entonces ¿qué hacer: intervenir asumiendo los posibles resultados nefastos o dejar que el pueblo libio se desangre? La respuesta no es clara.

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About Erica

Puedo decir que soy colombiana de nacimiento (alma y corazón) y canadiense de arraigo, y por ultimo Española también de corazón (mas que de alma). Nací el 21 de enero de 1978, en Bogotá, casi once años los he pasado en Canadá a donde aterricé en 1999 con 21 años y una maleta llena de ilusiones, expectativas y fines que se han transformado con los años. Estudié Relaciones Internacionales en Colombia, la cual hasta el día de hoy considero la mejor decisión que he tomado en la vida y para lo que realmente tengo vocación, hice casi mitad de carrera pues luego decidí viajar a Canadá a estudiar ingles (como muchos en aquella época) y nunca regresé. En 2010 volví a Bogotá para terminar mi carrera, pues creo que “nunca es tarde” para hacer lo que a uno le inspira. Viví en Toronto hasta el año 2011, y trabajé en mil y una cosa, pero durante años hice carrera en una empresa auditora en el área de documentación por lo cual me considero experta en este campo más que en cualquier otra cosa. En el 2006 volví a retomar los estudios y realice una carrera técnica asociada con leyes que se conoce en Norte América como “Paralegal”, trabaje un tiempo con un abogado especializado en migraciones. Viví también en Montreal, fui a aprender francés (tentative a été faite) y lo hice a manera de herramienta visionaria para consumar algunas metas fijadas. Fue una experiencia inolvidable ya que Montreal es una ciudad encantadora. Me mude a Getafe, Madrid, en 2011 con quien ahora es mi esposo, considero España mi lugar feliz. Hoy vivo en Ginebra, suiza, sobrevivo y cuento los días para volver a mi amada 🇪🇸
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2 Responses to Libia, lo mejor de África en manos de un déspota

  1. Avatar de SILVIA CUBIDES SILVIA CUBIDES dice:

    A PARTE DE SER UNA HIJA EJEMPLAR, UNA MUJER HERMOSA, VA HA SER UNA ORADORA INCREIBLE. PUES COMO ESCRITORA O REDACTORA ES ECEPCIONAL.

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